Columna de nuestro Decano: Los Focos y Desafíos de la gestión de la convivencia escolar

En la última edición del Boletín de Líderes Educativos, correspondiente a agosto 2018, nuestro Decano, Óscar Nail, junto a Daniel Paredes, escribieron una columna sobre los focos y desafíos de la gestión de la convivencia escolar, la que compartimos a continuación.

Periódicamente somos testigos de cómo emergen en los medios de comunicación acontecimientos relacionados con el ámbito educativo que se transforman en objeto de análisis para la opinión pública. Ciertamente, el acoso escolar es uno de los temas que se ha hecho cada vez más recurrente y ha cobrado cada vez más relevancia. Esto, no solo por el efecto que tiene para el clima y convivencia al interior de las aulas, sino también por las consecuencias directas que conlleva para los estudiantes y familias que son afectadas por las situaciones de bullying en las escuelas.
Para tener una idea de la magnitud del problema, solo durante el año 2017 la Superintendencia de la Educación recibió 2.754 denuncias por maltrato entre estudiantes. Un 58,2%,corresponden a agresiones físicas y un 41,8% a maltrato psicológico (Mineduc, 2017). De acuerdo con la entidad gubernamental, más de un 80% de estas situaciones de maltrato han tenido lugar al interior del establecimiento educacional. En el caso de las agresiones físicas, un 35,8% ocurren dentro de las salas de clases, cifra que aumenta a un 47,5% tratándose de agresiones psicológicas, según cifras entregadas por el organismo este año (Mineduc, 2018).
Respecto a las consecuencias derivadas del acoso escolar, para el caso del maltrato psicológico van desde no querer asistir a la escuela o dejar de asistir al establecimiento educacional (41,1%) hasta expresar ideas suicidas y concretarlas (5,6%). Cifras que pueden ser aún más inquietantes muestran que las denuncias por maltrato físico y psicológico entre alumnos durante el 2017 aumentaron en un 21,4%, y que la mayoría de estas situaciones son agresiones físicas y psicológicas reiteradas y no maltratos aislados (60% y 87,7% respectivamente).
Sin embargo, estos datos no necesariamente revelan un aumento de la violencia al interior de las escuelas, sino que más bien que existe un incremento de las denuncias. Esto se puede deber a una menor tolerancia ante situaciones de abuso y violencia que antes habían sido normalizadas en el contexto escolar, además de una mayor visibilización del problema en los medios de comunicación. Lo anterior ha desembocado en una toma de conciencia respecto a la importancia de la prevención y creación de una cultura de derechos. Sin lugar a dudas, este diagnóstico representa un nuevo escenario y una serie de nuevos desafíos a los que la escuela debe hacer frente. Abordalos, supone el replanteamiento de la forma de entender la propia gestión de la convivencia escolar en los establecimientos educacionales.
En este artículo, nos enfocaremos en tres grandes desafíos que tensionan a la escuela al momento de querer construir una mejor convivencia escolar. El primero de ellos es la gestión democrática de la convivencia y apunta a que la convivencia no se trata solo de la existencia de protocolos y manuales al interior de las escuelas. Lo importante es cómo estas normativas son diseñadas, implementadas y monitoreadas a lo largo del tiempo, y sobre todo de cuál es el nivel de participación de la comunidad escolar durante todo este proceso. A partir de nuestras investigaciones hemos podido observar que la falta de participación de los distintos agentes educativos de una comunidad escolar en los procedimientos de construcción de las normativas de convivencia escolar, produce efectos negativos en los procesos de implementación de estas mismas, generando situaciones de confusión o falta de comprensión en los agentes involucrados (Nail, Muñoz, Ansorena, 2012). En este sentido, se plantea un dilema de gestión que genera tensiones a los centros educativos, ya que además de diseñar marcos normativos que sean representativos para todos los actores involucrados, se deben proyectar mecanismos de participación y retroalimentación que exploren de manera sistemática y sostenida las diversas subjetividades construidas alrededor de las situaciones que pueden existir al interior de la comunidad educativa.
Esto nos conduce a un segundo desafío, relacionado con el trabajo de reflexión cooperativa que lleva a cabo el profesorado. Los docentes representan el principal agente formador dentro de una escuela, son quienes se encuentran en primera línea ante la finalidad última de la educación escolar que es la formación integral de los estudiantes. Estos últimos pasan más del 80% del tiempo de su permanencia durante una jornada escolar dentro de un aula, acompañados de un docente. Por lo tanto, son los profesores los principales encargados de reflexionar cooperativamente acerca de las situaciones de convivencia que son vividas por los estudiantes al interior de la sala de clases. Esto implica enfrentarse a algunas tensiones
que se encuentra siempre latentes en el sistema escolar. Una de ellas es la falta de tiempos y espacios disponibles en la agenda de los docentes para desarrollar actividades reflexivas, que van más allá de las exigencias que el propio sistema les asigna. Otro ejemplo es el desconocimiento respecto a la importancia de la participación en los procedimientos de redacción de las normas de convivencia escolar y respecto a la importancia de que estas sean claras, concisas, formativas y conocidas por toda la comunidad educativa (Nail et al. 2018).
Por último, se encuentra el desafío de desarrollar con los estudiantes una educación afectiva, enfocada en sentimientos, emociones y valores. Este desafío habitualmente es abordado en las escuelas por medio de los objetivos transversales dentro de las asignaturas. No obstante, debido a tensiones como la saturación de contenidos del currículum escolar y las presiones respecto a dar cobertura a la red de contenidos de este mismo, muchas veces estos objetivos son invisibilizados y no son desarrollados de la manera adecuada. Por lo tanto, se le plantea a las escuelas el desafío de elaborar e implementar programas de desarrollo de habilidades sociales. Esta tarea tiene una dificultad no menor, que es que estos programas deben ser sostenidos en el tiempo y de larga duración para que sus resultados sean efectivos. Además, es imprescindible que dichos programas se desarrollen en todos los niveles de la enseñanza, es decir desde la educación parvularia hasta el término de la educación básica.
Este último desafío vehicula los dos anteriores, puesto que con el fin de fomentar la educación afectiva en un establecimiento educativo, se hace necesaria la capacidad de gestión y liderazgo democrático de los profesores. Ellos y ellas, por un lado, deben poseer un perfil conductual que esté en sintonía con los valores y habilidades afectivas que promueven este tipo de programas. Por otra parte, necesitan ser capaces de movilizar de manera coordinada y cooperativa a los distintos agentes educativos, para reflexionar acerca del sentido que como comunidad se atribuye a la convivencia escolar. Dicha reflexión también considera los significados que son construidos alrededor de las situaciones que afectan la sana convivencia en las aulas.

 

LIDERES EDUCATIVOS. (2018). “Boletín N°2-2018 de LIDERES EDUCATIVOS”. Valparaíso: LIDERES EDUCATIVOS.

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